Siempre la primera será más sencilla, mas elemental, pero tan hermosa como la segunda. Andar sin ropa solo a acompañado es un placer infinito. Se siente uno libre, se puede admirar cada centímetro propio y ajeno, puede disfrutar de ver al otro, hacer zoom in de ciertos lugares,y quedarse imbecilizado, maravillado mirando, acariciando, oliendo, esas partes imperfectamente perfectas.
La segunda desnudez es mas compleja, no se trata de llorar, se trata de dejar que el otro vea lo que uno es como ser humano, su forma de sentir y que vea también los reptiles, esos demonios que nos hacen a veces abominables. Por eso esta segunda desnudez es tan dura y a veces tan dolorosa pues muchas veces frente a quien uno se desnuda lo único que hace es soltar un caracajada, de burla, de incomprensión. Empelotar el alma es un acto valiente que pocos saben valorar y la mayoría dejan escapar por miedo a que lo que encuentren sea demasiado bonito y muy parecido a lo que esperaban, buscaban o soñaban.
Parece que cuando se ama a alguien anda uno así encuerado por la vida, exhibiendo el alma y el cuerpo por ahí, vulnerable, indefenso pero feliz.
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